"Me voy a la Eurocopa después de haber resuelto la situación", dijo Rajoy en la rueda de prensa celebrada el pasado domingo en Moncloa para dar cuenta del rescate a la banca española. Visto lo visto, habría que preguntar al presidente del Gobierno qué situación ha sido resuelta, porque a tenor de lo que está ocurriendo desde el anuncio de la línea de crédito de 100.000 millones para la banca española parece que la situación ha empeorado. La prima de riesgo española, lejos de relajarse, está alcanzando niveles hasta ahora desconocidos, el Ibex no remonta ni a tiros y parece cada vez más claro que, una vez caída España, los inversores han puesto su punto de mira en la siguiente pieza: Italia.
Además de aclararnos qué situación ha resuelto, si es que se ha resuelto algo más allá de su imaginación, sería necesario que Mariano Rajoy diera explicaciones sobre cómo se ha producido este rescate y qué va a suponer para la economía española en general y para los españoles en particular. Sin embargo, el presidente del Gobierno considera que no tiene que dar explicaciones ahora, y prefiere esconderse tras su ministro de Economía. Rajoy, si acaso, comparecería a mediados del mes de julio, cuando medio país está de vacaciones y cuando ha pasado un mes desde la intervención.
La actitud de Rajoy resulta a todas luces impresentable. Él, como jefe del Gobierno, tiene la obligación moral y política de aclarar las dudas de los españoles, lanzar un mensaje de esperanza y de demostrar que es el líder que el país necesita en un momento de crisis e incertidumbre. Asimismo, debe llegar a pactos de Estado con la oposición para dar una imagen de unidad ante una población que cada día se aleja más de sus representantes políticos. Eso no se hace escondiéndose, sino dando la cara, no por una cuestión de transparencia, -palabra que en los últimos días está siendo más sobada que la pila de San Antonio-, sino de valentía.
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