Tras el apasionante fin de semana electoral vivido en Europa con las elecciones en Francia y Grecia, hay una imagen de entre todas las emitidas por los medios de comunicación que ha sido motivo de impacto en muchos ciudadanos; la rueda de prensa ofrecida por Nikos Michaloliakos, líder del partido nazi griego Aurora Dorada. La actitud de este personaje, gritando como un poseso contra los inmigrantes, y la de sus guardaespaldas obligando a los periodistas a levantarse cuando su jefe entraba en la sala, resultan escalofriantes, sobre todo si se tiene en cuenta que este grupo ha logrado 21 diputados en el Parlamento griego.
No menos escalofriante son los resultados de Marine Le Pen, líder del Frente Nacional francés, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, que con casi el 18% de los votos ha logrado el mejor resultado de su historia.
Éstos son dos ejemplos del poder que están alcanzando los partidos de extrema derecha en toda Europa, que ya tienen representantes en los parlamentos de Italia, Holanda, Noruega, Austria, Suecia, Finlandia, Hungría, Dinamarca, Bulgaria, Eslovenia o Letonia, y de cómo está calando su mensaje xenófobo en la población europea.
En el Parlamento español no hay ningún partido de ultraderecha reconocido, pero en el ámbito municipal es otra cosa. Así, por ejemplo, el partido xenófobo Plataforma per Catalunya obtuvo en las últimas elecciones municipales 67 diputados y casi 66.000 votos.
Mientras esto ocurre, los partidos democráticos europeos están a verlas venir. Sí, muestran su preocupación por esta tendencia, pero poco más. Pero lo peor no es eso. Lo verdaderamente inquietante es que, ante la buena aceptación de los postulado racistas entre parte de la población, muchos partidos políticos están abrazando los mismos, bien por intereses puntuales, bien porque están manifiestamente a favor de estas ideas. Hay muchos ejemplos, desde los mítines de Sarkozy en la segunda vuelta de las presidencias francesas, hasta la alianza de Berlusconi con la Liga Norte en Italia o la de los liberales con el Partido por la Libertad en Holanda.
En España es el Partido Popular de Cataluña el que se ha echado al monte. Tras presentar un programa con claros tintes xenófobos en las últimas elecciones autonómicas en Cataluña, alcanzando el mejor resultado de su historia, y de que Xabier García Albiol lograra la alcaldía de Badalona con un mensaje antiinmigración, el PP catalán ha dado otra vuelta de tuerca. En el congreso celebrado el pasado fin de semana se probó una ponencia que restringe los derechos de los inmigrantes. Según relata Àngels Piñol en una crónica en El País, la propuesta fue aprobada por 997 votos a favor y siete en contra. Los que votaron en contra fueron recibidos al grito de "traidores" por un nutrido grupo de militantes.
Todos los gobiernos europeos están centrados en lucha contra la crisis, lo cual, dada la situación, es lógico, pero deberían combatir con idéntico empuje contra uno de los principales problemas derivados de esta crisis: el auge del fascismo en Europa.
En primer lugar, los grupos políticos no deberían caer en la tentación de utilizar los postulados racistas de la ultraderecha por conseguir un puñado de votos, ya que eso es pan para hoy y horror para mañana. Ahí está el ejemplo de lo ocurrido durante la gran depresión de los años 30 del pasado siglo.
Por otra parte, no deberían llegar a acuerdos de gobierno con estos grupos y buscar la gobernabilidad tras las elecciones con los democráticos. Sólo condenando a los partidos de ultraderecha al ostracismo en los parlamentos se logrará que caigan en la irrelevancia.
Por último, y esto es algo que afecta también a los medios de comunicación, habría que empezar a llamar a las cosas por su nombre. ¿Qué es eso de "neofascistas" o "neonazis"? ¿Qué tienen de neo estos grupos? Vale que la gran mayoría ha dejado en un segundo plano su antisemitismo y ahora son más antiislámicos o antiafricanos, pero la esencia ideológica es básicamente la misma, por lo que nada de neo: nazis y fascistas.
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